Uno de los túneles del CCPE convertido en sala de trabajo. En el medio hay una mesa sobre caballetes color madera virgen. Sobre el tablón están apoyados los facsímiles de un libro (el I) de registro de inmigración. Los archivos están velados por una capa de papel vegetal. Lo único que queda visible de todo ese documento esmerilado es la imagen de las mujeres, perfectamente reconocibles a través de un rectángulo de vidrio transparente. Ni la identidad, ni la fecha de nacimiento, ni el domicilio se llegan a ver. Lo que se recorta, de manera nítida, es la foto 4×4 en blanco y negro y una palabra escrita del lado derecho. En todos los casos la misma que define la profesión de las migrantes: labores.
La muestra Profesión: Labores* se convierte así en una especie de señalamiento a aquellas mujeres inmigrantes que atravesaron un océano y llegaron en barco desde España a Argentina (entre 1933 y 1939) junto a esposos, hijos, hermanos, padres y madres, familias. Poniendo atención en aquello que ocupa el lugar de la profesión asentada en los registros: las labores o también “sus labores”.
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La idea de la muestra surgió de una búsqueda del Centro Cultural Parque de España junto al Centro de Estudios Históricos en Información Parque de España (Cehipe) con idea de provocar un punto de encuentro entre mujeres del presente con migrantes españolas del pasado.
La denominación labores fue una fórmula administrativa pero también una manera de decir acerca de ese hacer asociado al universo de lo femenino. Enroladas debajo de esa mención figuraban en aquellos tiempos las tareas que las mujeres desempeñaban en el hogar: la cocina, la costura, la limpieza, la economía doméstica y el cuidado de los hijos.
No hay nada que de cuenta si tenían otro trabajo además de ese, si borraron de esos registros los rastros de aquellas tareas ejecutadas en el campo o la ciudad; si acaso son estos libros una muestra clara de ese trabajo tan silencioso como invisible y sobre todo no remunerado. Si eran “sus labores”, ¿cuáles eran las de los demás? O mejor: ¿quién se beneficiaba de ellas, quién se quedaba con la plusvalía de ese amor hecho labor?
A la par de los archivos se exponen textos de autoras que hacen algo más que acompañar a las imágenes en tono sepia. O al menos así lo dicen las fotógrafas que integran Camarada, un colectivo de activistas de la fotografía que integran María Crosetti, Cecilia Lenardón, Gabriela Muzzio, Andrea Ostera y Paulina Scheitlin, encargado de la curaduría y puesta en sala de una forma que a simple vista enlaza con el sentido que el propio diccionario nos da de la palabra labores: “ejecutado de otro modo”.
Las palabras de quienes fueron invitadas a este ritual de la escritura coral potencian las imágenes, evocan historias posibles detrás de cada mujer, las piensan, las imaginan, parten de ellas pero también van más allá de esas siluetas recortadas. Y entonces los textos se leen a la misma altura que los archivos. Por eso, como dicen las curadoras, “son” también la muestra.
“La potencia evocativa de las imágenes que integran la muestra desborda el acto neutro, atónico y cadencioso del documento administrativo original. Aquellas pequeñas fotografías nos permiten reconocer los rostros y las experiencias de los múltiples universos femeninos que atravesaron el Atlántico, superando la secular invisibilidad de la mujer como sujeto de la historia. Nos acercan, en fin, a las infinitas historias de desarraigo que, desde las imágenes, se convierten en poesía de la memoria”.
Transatlántico
Desde mediados del siglo XIX y hasta finales de la década de 1960, Argentina fue el mayor destino de la emigración transatlántica española en América. Españoles y españolas arribaron a las costas del sur del continente para asentarse en los grandes centros urbanos rioplatenses y del interior.
Los libros de Inscripción de Nacionalidad del Consulado de España en Rosario se inician en tiempos de la Segunda República. El Libro I (1933-1939) contiene no sólo información de los orígenes familiares, regionales y laborales, sino que es el único que cuenta con imágenes fotográficas de las inmigrantes españolas que llegaron a nuestras costas. “Se trata de un registro de gran valor testimonial por la calidad de la información personal y familiar que aporta”, dicen desde el Centro de Estudios Históricos en Información (Cehipe)
Del total de las 3.410 inscripciones contenidas en el Libro I, las mujeres representan el 12,5% de los registros. El desbalance numérico con relación al componente masculino encuentra fundamento en el carácter subsidiario que ocupaba la mujer en la sociedad y en la cultura administrativa y estadística de la época. La escasa o nula identificación de profesión u oficio de la mujer inmigrante es predominante en sus declaraciones. Profesión: “sus labores”.
El dato es llamativo. Y en esa llamada se detuvieron las integrantes de Camarada para pensar la muestra que se apuntala en la digitalización de los Libros de Inscripción de Nacionalidad del Consulado de España en Rosario (1933-1960) trabajo que lleva adelante el Cehipe entre 2022-2023 con el objetivo de preservar una colección única por su valor testimonial.
Desde 1999, Cehipe resguardó digitalmente más de dos centenares de colecciones de prensa histórica de los siglos XIX y XX de todo el país, fotografías del siglo XIX y principios del siglo XX, series documentales coloniales de los siglos XVII y XVIII y archivos científicos.
“Se recibió en custodia y nos pareció interesante como fuente poder trabajarlos. Es una fuente única por la cantidad de datos que trae, y por la riqueza de estos personajes de la historia a un lado y a otro del Atlántico, en particular el libro I trae fotos de cada uno de los inscriptos. Y resultó central trabajar sobre las mujeres que eran muy pocas dentro del padrón pero que constituyen el único documento fotográfico evocativo de estas mujeres que emigraron. Para un historiador se trata de una fuente única, casi un registro que no tiene comparación frente a documentos administrativos de desembarco. Acá hay historias de vida, de quienes están acá y de quienes quedaron allá”, cuenta Carina Frid, directora del Cehipe y agrega: “Resulta llamativo que la mujer declare sus labores que eran la costura, el cocinar, el cuidar de la casa, y sabemos que todas de una u otra forma trabajaron y eso ocultaba todos los trabajos que hicieron”.
Colectivo
En su página web, el colectivo Camarada se presenta así: “Nos interesa la fotografía clásica y la contemporánea; los archivos históricos y las publicaciones recientes; los materiales tradicionales y las nuevas formas; la conservación y la puesta en circulación. Elegimos trabajar en equipo”.
Y en esta muestra conjugaron todo eso y más: pasado y presente, el documento y lo nuevo, lo coral y lo colectivo. Las cinco fotógrafas (que se llaman a sí mismas “camaradas” son socias, amigas, y como dice el significado de la palabra son “personas que se acompañan, que andan en compañía y en confianza”) eligieron además a otras cinco mujeres (5×5) para escribir los textos que componen esa otra capa de la muestra.
La doctora en Relaciones Internacionales de la UNR, Mariana García, la escritora y bibliotecaria Verónica Laurino, la doctora en Letras, docente e investigadora Marcela Zanin, la fotógrafa Virginia Mazza, y la periodista feminista Virginia Giacosa escribieron en diferentes tonalidades sobre las mujeres y las labores.
Para Verónica Laurino la invitación a ser parte de la muestra tuvo un sentido más que especial. En la inauguración contó que el convite le llegó en medio de los trámites de la ciudadanía española de su hija Luchi y entonces tramó su texto evocando e invocando a su abuela Lola, quien llegó a Rosario desde Lugo.
Mariana García, investigadora de los movimientos migratorios, se toma de los censos, los libros migratorios, bibliografía específica pero hace zoom sobre esas imágenes y lo que queda afuera de ellas que son esas historias de vida transoceánicas.
Virginia Mazza se aferró de los detalles de cada fotografía: el vestido a lunares, el collar de perlas, el pañuelo en la cabeza, la ropa de trabajo, la sonrisa tímida, la que posa junto a sus hijos. Detrás de cada rostro imagina la habilidad de enhebrar el hilo en la aguja de esas manos que no entran en cuadro. No se ven las manos que cuidan y acarician. Pero se descifra las historias de mujeres que sostienen y construyen un hogar de este lado del océano.
Virginia Giacosa se pregunta: “¿Las palabras labores, casa, comida, trabajo tendrán el mismo sentido para las mujeres que para los varones?” Y sostiene: “Las historias de las mujeres, como las labores, son domésticas en el sentido más literal. Están hechas de trucos y de fallas más que de heroísmo, hay algo de lo desdibujado y de lo indómito que se cifra en ellas”.
Marcela Zanin parte de las definiciones posibles de la palabras labores de casi todos los diccionarios y se queda con entradas para delimitar ese espacio de lo doméstico donde esa intimidad se desenvuelve: costura, agujeta, hilado, macramé. Construyendo el sitio retirado del mundo de la retribución económica pero también dando curso al fluido constante de la conversación entre mujeres.
Casi nunca las labores son en soledad. Casi siempre se dan en compañía, entre muchas, de boca en boca pasan las recetas, de mano en mano los secretos de una trama. Por eso la muestra se inauguró con una lectura coral (las voces se pueden oír en el recorrido a través de un código QR). La activación recreó de algún modo la ronda de las mujeres. Esa que es con las manos pero nunca sin palabras.
*Profesión: Labores: Se puede visitar hasta el 26/10. Jueves, viernes y sábados de 15 a 19 en Galerías del CCPE (Sarmiento y el río). Gratis.
Bonus Track: Otra Canción de Lucía Fernández Cívico en Radio UNR.