“No somos hombres 
ni estamos ligados 
los unos a los otros 
más que por la palabra” 
Michel de Montaigne

Uno

En el 2021 quise escribir una nota sobre Babasónicos. Sabía qué pero no sabía cómo. Jessico cumplía veinte años y quería decir algo. Le envíe un borrador tan inmenso como ininteligible a Pablo Makovsky, uno de los directores y editores de Revista Rea. En esos jeroglíficos incipientes habita una demanda, quería escribir y no sabía cómo hacerlo. 

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El método generacional

Tomás Rebord llenó un teatro en Rosario y trajo la pregunta de la generación que lo sigue: ¿qué es lo que la une a vivir ante la nada? Crónica de éso que terminó en las tablas y empezó en las redes.

Era una de mis primeras notas y como en toda cosa recién venida, algo no funcionaba. El texto no tenía tono, tampoco una hipótesis que lo sostuviera, y además tenía más ideas sueltas que imágenes potentes. Con el tiempo comprendí que una nota, para lograr su espíritu, necesita de un cuerpo que la sostenga.

A los días, Pablo me respondió un breve mail que todavía conservo en la casilla de mensajes. Uno de esos correos a los que siempre vuelvo. El mensaje era claro, una crítica fina que no apaciguó mi entusiasmo. El subtexto, para escribir hay que aprender a seguir indicaciones, no a obedecerlas, a seguirlas, que no es lo mismo. 

Entre las sugerencias, Pablo me preguntaba si había escuchado el episodio 41 de Anaconda con Memoria, “Los años que vivimos en el limbo”. Una hora de sonido sobre la historia de cuatro años de Argentina. En esos días, el reestreno de Okupas y la muerte de Palo Gandolfo eran los temas de la semana y Mariana Moyano aprovechaba esos sucesos para indagar sobre esa obsesión.

Sobre esos dos acontecimientos, el pódcast despliega su hipótesis. El limbo en el que se vivió desde 1998 al 2002. Años marcados por tres signos: la juventud tan reventada como diluida, el rock tan productivo como certero, y la clase política tan estéril como desorientada. A casi veinte años, las similitudes hablan más de una impotente repetición que de una incipiente revolución.

Hace una semana, falleció Mariana Moyano y el limbo pasó de ser una imagen a transformarse en carne propia para sus escuchas.

Dos

Delphine Horvilleur es rabina, escritora y filósofa. El año pasado, Libros del Asteroide publicó su ensayo Vivir con nuestros muertos en español. En estas once historias, la autora recorre distintas experiencias singulares en relación con la muerte, donde va contando cómo su oficio de narradora en velorios y cementerios se ha entrecruzado con su formación religiosa, su pensamiento filosófico y su vida personal. Un oscilar entre duelos vividos y asistidos que responde a una premisa vital: ante la muerte, es preferible escoger la vida, su carácter riesgoso.

El noveno capítulo, titulado “Moisés”, concluye así: “Los judíos afirman que no saben lo que hay después de la muerte. Pero podría formularlo de otro modo: después de la muerte hay algo que no sabemos. Hay algo que todavía no se nos ha revelado, algo que otros harán, dirán y contarán mejor que nosotros, porque hemos existido”.

Después de la muerte de Mariana Moyano, aguardé el texto de Martín Rodríguez en revista Panamá sobre esa cita. Alguien que contara la existencia de esta mujer en algún registro. Así, el domingo por la tarde, una bocanada de aire fresco ingresó a una habitación a punto de quedar sin oxígeno. El verbo carne de la inútil perfección. 

El limbo es una despedida que suena a Cerati. Obra poética de quien escribió este réquiem pero también parte del registro del legado que Mariana Moyano construyó y seguirá construyendo en su trascendencia. Música para una época aturdida.

Mariana Moyano, foto posteada por Norma López en Twitter.¿A quién irás a escuchar cuando la cabeza se llene de preguntas sin respuestas? ¿A qué suena el silencio? ¿A cualquier cosa menos a ruido? ¿A un pódcast?

Tres

Hay cosas que te marcan porque elegís que te marquen. Recuerdo salir de análisis un día miércoles de agosto y frío, subir al colectivo y darle play a ese episodio, entrar en su ritmo y no querer salir jamás. Llegar a casa a los veinte minutos y leer en el reproductor que al episodio le quedaba más de media hora. Esquivar la puerta e irme a la plaza. Sentarme en un banquito y escuchar hasta el final. Uno, dos, y tres cigarrillos.

La piedra angular. Esa pieza sonora había tocado una fibra sensible. En ese podcast Mariana zigzagueaba los agujeros de mi cabeza con su memoria. Series, bandas, artistas, momentos históricos, conflictos políticos, dramas sociales, de todo y más. Salvo una cosa. Ese podcast no hablaba de Babasónicos. Recuerdo la enseñanza de ese episodio. Una mujer desconocida que decía: ahora te toca jugar a vos. 

Cuatro

El andamiaje estructural para escribir. Un recorrido por una época, un ticket hacia mí, un alma joven que en el año 1998 recién tenía solamente dos años. Siempre me pasó lo mismo: nací en un tiempo al que no pertenezco, desde que tengo memoria quiero ser más grande de lo que soy. Esa es la única forma de escribir, ser parte de una generación a la que no se pertenece.

Ahora todo también está en un limbo. Ahora la política no está a la altura pero el rock ya casi no existe. O sólo existe el recuerdo del rock. En este momento de pura tristeza, Mariana Moyano seguirá ahí: con sus libros, publicaciones, podcast, whiskys, memorias, canciones. 

Recuerdo la fórmula. Escribir la nota como si fuese una carta para ella. Una conversación. Nunca nadie escribe solo. No se puede escribir en soledad. El conocimiento es comunicable o no es. La publicación del texto, la difusión en Twitter, su respuesta y mensaje. La generosidad y su alegría genuina, ¿Qué vale más, el gol o el festejo del gol? ¿Qué es más lindo, hacer un regalo o ver la cara de sorpresa del otro al recibirlo?

Hace casi un año nuestra compañera @mmlamoyano nos ofrecía una visión de la comunicación y nuestra carrera muy clara y precisa.
Gracias por estas lecturas y la invitación a la reflexión, Mariana. Vamos a extrañarte. pic.twitter.com/6YxxXvbEx6

— Comu Sociales UBA (@comuUBA) October 26, 2023

Mariana, pluma eterna, comunicadora voraz, inteligencia argentina, eras muy joven como para irte, nadie se va a tiempo pero vos te fuiste antes. Queda pendiente un café.

Cinco

Mariana Moyano apareció en mi vida un día mientras quería escribir. No recordaba su histrionismo en 678, tampoco me interesaban sus conflictos mediáticos, ni los enemigos imaginarios con los que luchaba día a día en redes sociales. Mariana Moyano se fue del mundo, pero vuelve a mí, para hacerme escribir, otra vez.

Su pérdida física me llama la atención: ¿por qué siento tanta angustia ante la muerte de alguien que no vi jamás? ¿Cómo se despide a una persona que no conociste pero que influyó en tu vida? ¿Qué es lo que nos unía?

Mariana Moyano era una persona a la que recurría para escuchar pero mayormente para adornar la soledad. Hay algo en su tono de voz, en su forma de ver las cosas, que daba al registro. Una mujer rota narrando un mundo roto. Una persona que se rompió porque había vivido lo roto. El sex appeal imaginario. La forma de organizar nuestra relación. Yo sé que soy imbancable, yo sé que te hice reír, yo sé que soy insoportable pero alguien en el mundo piensa en mí. Mariana, gracias por pensar por nosotros.

Foto posteada por Norma López en Twitter.¿Ahora, a quién le toca?

Seis

Si algo sabía hacer Mariana Moyano era crear un tono para su podcast. Del mismo modo, Martín Rodríguez supo construir en su texto de despedida algo semejante. Un amigo despide a una amiga. Tal vez, esa sea la fórmula, seguir buscando el tono, escribiendo una canción infinita hecha de muchas canciones, construyendo el significado de una época hecha de muchas épocas. Si las despedidas terminan cuando alguien se va, habrá que hacer otra cosa, algo que no tenga un punto final.

Otra canción dentro del limbo es “La buena estrella». El tema con el que Fito Páez decide cerrar la presentación de Abre en un Gran Rex repleto. El mismo al que Moyano también le dedicó un episodio entero de Anaconda con Memoria. “Times are changing”. Si este texto pudiese sonar a una canción, ojalá sonara así.

“A todos algo ya nos ha golpeado duro

y vimos algo tras el velo del amor

pero es que ya no soy tan chico ni tan puro

que hasta me parece ingenuo el rock and roll

Entonces cuando todo al fin se vuelve insoportable

cuando el mundo y el veneno dan dolor

todavía sigue allí tu buena estrella

buena estrella para todos, para vos”

muni bot
Sobre el autor:

Acerca de Andrés Mainardi

Nací en Rosario en 1996. A veces estudio Comunicación Social. Escribo para cazar fantasmas. A la vida no se viene a ser feliz o infeliz: se viene a aprender lo que te enseñan los amigos.

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