Cuando ya declinaba el siglo XVI una monja y mística cristiana de Castilla y León estableció un camino que recorría siete castillos o moradas interiores para acercarse a Dios a través de la oración, que no es otra cosa que la palabra, que no es otra cosa que la lengua. Santa Teresa de Jesús tuvo desde entonces el poder suficiente para sortear la Santa Inquisición e influir en las primeras meditaciones filosóficas de René Descartes y hasta en las meditaciones crepusculares del escritor oriental Mario Levrero en La novela luminosa (cuyos archivos están hoy en Rosario).

Los clásicos –y Las moradas de Santa Teresa son un clásico– tienen el don de acechar, de extender su sombra –to loom over, según la expresión inglesa– incluso sobre aquellos que no los leyeron.  

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Escribir en tiempos de urgencia

Tercer día de residencia. Gabriela Borrelli Araza ha propuesto hoy una serie de preguntas a partir del libro "Seguir con el problema", de Donna Haraway.

Luz de giro, quinto libro de poesía (Baltasara editora, 2023) de la poeta y periodista rosarina Alicia Salinas, acopia de alguna manera esa herencia. La voz poética de ese conjunto de poemas nos induce a que creamos en un recorrido, en el detenimiento en ciertos paisajes que nos son otros que los de la lengua. Leemos con precisión en “Videncia campestre”: “En estas calles/ últimas donde el pueblo se exprime/ a sí mismo y comienza lo llano, huele a sangre./ Una mujer se arrojó a las vías, más allá/ mataron a un cacique, aquí fraguaron/ un enfrentamiento. La piel se eriza/ frente a la Verdad, luego revienta/ en esas voces. La noche/ exacerba y redime/ la materia sensible.”

Pero además, nos lo declara la misma Alicia Salinas: “Suelo calificar a este libro como una aventura existencial y lingüística, cuyo primer giro fue abandonar el terreno de lo mascullado, del monólogo que se rumia (rasgo predominante del libro anterior, Teoría de la niebla). La voz que estaba vuelta hacia adentro, replegada, ahora se abre y sale a explorar los aspectos prácticos de la lengua; en ese movimiento invoca no solo distintos interlocutores sino una comunidad, una escena. Si estos vaivenes por momentos provocan fallidos, porque los giros no conducen a los resultados esperados de antemano, en definitiva la experiencia enriquece y por momentos transforma en tanto aparece una verdad con capacidad de hacer sentido. Es comprometiéndonos con los demás y a través del lenguaje –motor, vehículo, paisaje y camino– que podemos llegar a destino, cambiar de dirección.”

Se lee mucha cosa “materna” en la escritura de Luz de giro o, mejor, en los materiales de esa escritura: cuerpos, cosas que se corporizan, desde el niño en el útero al padre sietemesino en una caja de zapatos. Hay entonces una pregunta: ¿cómo se lleva adelante esa relación entre esos materiales (ésa experiencia según la fórmula de Wallace Steves) y esa escritura. “El grueso de Luz de giro –dice Salinas– se escribió en un contexto de encierro por la pandemia (2020-2021). Quizás a través de los poemas –en tanto espacio para recibir y alojar lo extraordinario– se reponían los cuerpos ausentes, se intentaban los actos de habla, las conversaciones, se registraba la importancia de los vínculos.” 

En la delicada contratapa que escribió el poeta porteño Alejandro Méndez Casariego –quien ya había trabajado sobre la obras de Salinas junto con Ivana Romero– leemos: «“Hace siglos, otra sombra encendía/una luz expectante en el árbol/de mi familia, sobre teclas antiguas”, dice Alicia, y más adelante: “Cae sobre el futuro una lluvia pesada,/ la tarde en que recuerdo este instante”. El transcurso y devenir del tiempo –personal e histórico–, tiende el hilo a lo largo del cual Luz de giro (…) va insertando, con destreza, sus dijes. Mensajes grabados en piedra de lo que ya ocurrió, pesan como profecías: sedimentos de aquellos hechos impactan, inevitablemente, sobre lo que somos. Pero también, como anuncio de lo inevitable, visiones presentidas, imaginadas, del futuro, anticipan las distintas instancias de lo posible. No puede saberse, entenderse, lo que hoy pasa y nos pasa, por afuera de una línea continua de tiempo que va uniendo puntos, trazando derroteros, escribiendo la historia.

«Sobre este lienzo temporal se despliega la trama de este libro, en el que campea, como tema subyacente, el conflicto perpetuo de la palabra dicha y escrita, su lucha permanente por desentrañar el aspecto más significativo de las cosas que nos afectan o conmueven, por atrapar y moldear en materia duradera lo que se presenta como efímero, y enfrentando la frustración a la que intentan condenarla sus propios límites, extraerle el poema a la palabra, poner en marcha ese mecanismo inquietante y maravilloso que se presenta ante nosotros, abriéndose paso hacia la pregunta que gravita sobre todo intento humano de hacerse entender a través de la palabra, y elaborar belleza a través de ella: “¿Habremos aprendido de la arena/o resbalamos entre dedos que van a tocarnos /dentro de miles de años, sin asumir /la insumisión del estallido?”»

Videncia campestre

I

Ahora sí cruzamos la pampa,

como las huellas de animales feroces

sobre los pastizales y antes las luces

que iban de un punto a otro con estrépito,

hablando los lenguajes del tiempo

en las noches cerradas. Entre las ramas

de estas planicies, no por cortas

incapaces de provocar heridas,

los cuerpos se escurren para abrirle una puerta

a la sombra. Pero aquí no hay refugios,

sólo la línea del horizonte atraviesa

y se sufre lo mismo o peor. Resisten

los árboles plantados para frenar el viento,

guardianes de un amor imposible.

 

Cruzamos la pampa, sangrantes

por la guerra propia que libramos

en defensa de un último titán,

hacia el próximo límite.

 

Civilización o barbarie, quién sabe

las formas que adopta cada uno

cuando muerde la serpiente

y el poniente se aleja,

definitivo.

II

La noche se emparenta con la bruma,

hay motivos ocultos en los penachos

de los plumerillos. Abrime por favor,

el quicio de este frío aprieta los dedos

hasta cortarlos con líneas azules. Las manos

echan raíces, como si quisieran anidarse

en la patria, nombrar así esta parcela

de tierra confusa. Abrime por favor,

ya todo es niebla o ponzoña, las pajas bravas

lastiman siempre los mismos cuerpos

y parece obligatorio conformarse. Insisto

en otra salida, aunque sea un sismo.

 

Si todo nacimiento implica un desgarro,

grietas de luz perforan los mantos absolutos

de la intemperie negra.

 

Mi ruego tiene nombre

y cabalga el lomo de la pampa

bajo esas lunas secretas,

en busca de una llave, clave que esfuma

y salva a su paso la herencia.

Yo soy la noche, la nube y el fantasma.

III

Me vienen voces sordas, de otros mundos.

En el campo es ley la cercanía con los muertos,

su forma de rondar la superficie

—serpentinas azules que apenas ven los gatos

pero se sienten dentro de los órganos,

en una hondura o cavidad que una no sabe existe

hasta que vibra, volcada en lluvia transparente

a través de una cánula—.

De la tristeza del tiempo no tengo

más señales que códices extraños.

 

En estas calles últimas donde el pueblo se exprime

a sí mismo y comienza lo llano, huele a sangre.

Una mujer se arrojó a las vías, más allá

mataron a un cacique, aquí fraguaron

un enfrentamiento. La piel se eriza

frente a la Verdad, luego revienta

en esas voces. La noche

exacerba y redime

la materia sensible.

Alicia Salinas participará leyendo algunos textos de Luz de giro en la maratón de poesía que organiza la editorial Baltasara este sábado 7 de septiembre en la Feria del Libro de Rosario –a las 20 en Primer piso, sala Jorge Riestra– donde también leen Valeria Correa Fiz, Caro Musa, Nadia Isasa, Clarisa Vitantonio, Loreley El Jaber, Daniel Feliu, Natalia Massei, Nacho Llanes, Gabby De Cicco, Pablo Bilsky, Maia Morosano, Santiago H. Aparicio, Walter Tresols, Alejandra Dotta y modera Cristian Molina.

Sobre el autor:

Acerca de Revista REA

REA, como RAE, parece una sigla. Pero no lo es. Remite a lo real, aquello irreemplazable que necesita ser contado. En cambio, RAE (la academia que gobierna el uso de la lengua española) más que una realidad es una realeza. El recuerdo nominal de algo oficial y oficioso que guarda las apariencias para que la RAE no […]

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